Madre, mami, mamasita, jefa o simplemente mamá. Son unas de las palabras que solemos decir en nuestra corta vida, cuando somos bebes. Una palabra que describe muchas cosas como: “Amor, seguridad, confianza, entrega, mansedumbre, educación, felicidad” entre otras muchas palabras que se puede describir las características de una madre. La mujer ha sido creada desde el comienzo de la creación de poder sentir ese amor tan grande por sus hijos, que desde el comienzo del acto sexual hasta los últimos minutos para el parto, se une esa interconexión entre madre e hijos, es la misma expresión y acción como Cristo les enseño a sus discípulos “Créanme que yo estoy en el Padre y el Padre están en mi” Juan 14, 11. Dios dispuso a la mujer con ese don de la maternidad, propia; don que es de la naturaleza divina de Dios. El mismo sentir y amor tan profundo que tiene una madre con sus hijos, es la misma expresión de como Dios amo a sus hijos y sobre todo su creación. El valor del dolor, de las contracciones, las largas noches sin dormir y el gran dolor en el parto, es el dolor compartido del Señor a la mujer, cuando sus hijos se apartan de su presencia como también lastiman su santo nombre.
La mujer es una creatura sin explicación de la tal bendición que Dios dio a ellas. El mundo no funcionaría sin el amor de una madre, que es el propio instrumento aquí en la tierra del amor del Padre a sus hijos. El tiempo y su dedicación salen de sí misma del corazón y no es obligada por nadie para poder amar a sus hijos. Es una bendición que Dios te haya regalado una madre, porque cuando todo ser nace y llega a este mundo, el primer rostro que ve es una mujer; es el mismo amor que el Señor dio a sus hijos cuando los creo Génesis 1, 7.
Lastimosamente muchas personas no han tenido la experiencia de poder tener una madre física, ya sea desde toda su infancia, juventud y muchas realidades personales. Pero sin embargo, una madre se puede convertir en un padre, un abuelo/a, tío, hermana/o que con su esmero y esfuerzo hace de lo que pueden para brindar al dicho ser, ese amor. Hoy en esta sociedad, y sobre todas muchas mujeres no respectan y valoran la tan esplendida virtud y don de su naturaleza e instinto de ser madre, que una misma vez marca, ese amor que nunca se quita ya esté viva o muerta, y de igual forma, la persona que al pesar de una lamentable circunstancia tuvo que hacer de su papel de una madre, también para la persona que recibió de su amor, siempre se marcara ese orgullo y amor en toda su vida y que al pasar de los tiempos, siempre ese recuerdo quedaran grabado en su corazón y alma.
Sin embargo, las madres siempre deben tener en mente que solo una relación estrecha con Dios y su santa palabra las dotará de la sabiduría necesaria para educar a sus hijos y conservarlos para la eternidad. Mientras puedan estar con el verdadero SER que ES, y lo ES TODO, se mantendrán ese vínculo personal que solo se interactuara entre Dios y la madre, y expresa la misma imagen esencial del SER del Dios que es AMOR.
Y el mismo modelo de esta virtud y forma de vida, la conseguimos de la Virgen María, mujer por excelencia, que constituyo y lo sigue constituyendo desde el cielo, ese instrumento vivo y real del amor de Dios a sus hijos, y es que María, es la clave de cómo se interactúa el amor y la forma como ama Dios, mira Dios, perdona Dios y consuela Dios a sus hijos. María es el arca de la Nueva Alianza quien trajo a su Hijo unigénito al mundo para la salvación de los pecados, quien fue Cristo, el Hijo de Dios, el Dios encargado hecho hombre, la presencia de Dios entre nosotros ese “Emmanuel” María lo educo, lo crio y formo de su hijo el modelo del varón de Dios; y esta virtud y excelencia es la gran vincularidad, entre esa relación que conforma la mujer con Dios. Quien impacta la conjugación y papel entre ambos roles, Dios y la madre conjugan su mismo sentir, ser y misión que es amar sin medida a pesar de las dificultades y realidades de un hijo. Una madre es fiel a su amor con su hijo de sus entrañas, quien lo acompaña en los momentos más difíciles, pero sigue allí estando para su hijo. Como la Virgen María con su Hijo Jesús, antes su decisión de morir por nosotros, María nunca lo abandono y estuvo fiel a su lado en su pasión, demostrando su amor tan grande; que era un dolor de espada.
“El padre y la madre estaban admirados de lo que decía acerca del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, la madre: —Mira, este niño está colocado de modo que todos en Israel o caigan o se levanten; será signo de contradicción y así se manifestarán claramente los pensamientos de todos. En cuanto a ti, una espada te atravesará el corazón” Lucas 2, 33-35
Una madre es para toda la vida, y sigue estándolo al final de nuestro camino aquí en la tierra, y lo sigue estando para la segunda vida que es en el cielo.
Autor: Alfredo Palencia Suarez.
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